Desde el primer día que se conocieron, en ese mismo instante, supieron que pasarían la vida juntos como se confesaron tiempo después, a veces ocurre eso le dijo, que dos personas en un mismo momento sientan lo mismo, pero ella sabía que alguna rara conjunción que no alcanzó nunca a comprender quiso que el destino los uniera.
De eso hace ya muchas décadas, hace ya algunos años que no ve el mismo brillo en los ojos de él, bajo esos arrugados parpados. Tiempo atrás y de un simple vistazo podía ver que su llama permanecía encendida y como se dibujaba una sonrisa en su rostro al saberse observado, la complicidad de años nunca dejó paso a la rutina a pesar de no haber tenido hijos.

Hoy en día ella ve unos ojos perdidos en el infinito, llenos de inseguridad como los de un bebé que no viéndose en ellos miedo, si dejan escapar con descaro la inocencia y el desconocimiento, es el fruto de varios años de esa terrible enfermedad, que aplasta poco a poco todo el tesoro que una mente puede poseer, tus recuerdos, tus vivencias, tus secretos, tu ser… Esa enfermedad que no se sabe si es más terrible para quien la padece o tal vez para los seres que te rodean y te quieren.

Cada día, tras levantarlo, vestirlo y asearlo le hace tomar el desayuno, es el inicio de una continuación de días repetidos, lo sienta en él que fue su sillón favorito, en aquel donde agotó tantas horas de lectura y otras de televisión, de conversaciones y de risas. Ahora lo sienta y si le pone su programa o su música favorita no ve en el ningún signo de reconocimiento ni emoción es como un mueble más, un mueble vivo y distante.
La familia le dice que es una dura tarea para una persona de edad avanzada como ella, y que estaría mejor en algún centro, cosa a la que ella se ha negado siempre, le recuerdan constantemente aquella vez que en un descuido fue capaz de abrir la puerta y aventurarse en la calle y si no es por un vecino, Dios sabe qué suerte habría corrido.

Cuando llegó la policía al domicilio ya la esperaba la vecina del primero B, como les había dicho en su llamada repitió casi calcada la explicación, llamaron a la puerta y al igual que a ella nadie abrió, ustedes pueden forzarla son policías dijo la vecina, señora no es tan fácil eso, haría falta una orden judicial, por otra parte podría haber familia que tuvieran llave, ¿ha intentado contactar usted con ellos? La única familia que tienen son unos sobrinos, que ni viven en la ciudad. Unos de los agentes hizo un gesto al compañero, como para atraerlo aparte del corrillo de vecinos que se iba formando en el rellano. Juan ahí dentro huele mal lo he notado al arrimarme a la puerta.

Los cadáveres se encuentran decúbito supino, (iba redactando el secretario judicial), vestidos y cogidos de la mano, no se muestran signos de violencia en ninguno de los dos cadáveres, según el médico forense podría hacer de las muertes unas setenta y dos horas, sobre la mesilla se han hallado bastantes cajas de fármacos, todo apunta que se trata de un suicidio, se procede al levantamiento de los cadáveres a las diecisiete treinta.

Ella lo echó sobre la cama, y sentada a su lado fue preparando el coctel mortal, tranquila, serena, casi feliz de que todo terminara y convencida de hacer el bien, tal vez algo tarde pensaba, no se trataba de cobardía, simplemente no es fácil poner fin a lo que amas, después de todo ella quedaría como la asesina en esta historia…
Cuando le diagnosticaron la enfermedad él le dijo: No quiero vivir sin saber quién soy, cuando llegue ese momento quiero que pongas fin a mi vida le dijo, lo haré si me dejas ir contigo le respondió ella… se miraron se cogieron las manos y quedo sellado el pacto con un beso en los labios….