Tú también cuentas

El territorio de la superficialidad

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La fascinación por la novedad, el lucro como meta vital, la originalidad por la originalidad, lo hortera, lo efímero y el narcisismo son los fundamentos conceptuales de este momento. Así, de igual forma que la idiosincrasia de la sociedad y su mentalidad revertieron a mediados del siglo XX los valores éticos y estéticos, ambos devinieron a rodar en la autocomplaciente superficialidad de otro territorio mental apartado y delimitado con rotundidad del ámbito normativo en que se fundamentó el sistema de apreciación ético y estético anterior y su mecanismo de ideas formado y heredado de siglos atrás.

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La libertad como capricho

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Lo más llamativo, lo verdaderamente desolador cuando se observa los modos y comportamientos de la Masa -en el contemporáneo clima de anomalía moral y degradación cultural de nuestra liberada sociedad- es su manifestación autista y autocomplaciente. La mercantilización hasta de la vida privada, la desaparición de la cortesía, un materialismo obsceno. La vulgaridad estética o la idiotización social conviven con éxito entre la Masa hasta constituirse en señas de identidad tan arraigadas que han venido a sustituir a los antiguos y ya extintos valores.

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EL ESTANQUE

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EL ESTANQUE

Aquel banco del estanque tuvo la culpa.
Aquellos árboles, aquellas hojas,
aquel farol, aquella noche,
aquella luna.

Aquel silencio que
recorrió mi cuerpo
como un frío gélido, polar, intenso
que apagó
mis ansias, mi amor,
mi vida.

De la imagen a la apariencia

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El único motivo real en el minucioso cultivo de la propia imagen pública de tantos y tantos es nuestra socializadora pretensión de participar en el juego de las apariencias. Sólo con la deconstrucción de este elaborado artificio de calculados rasgos tenemos acceso a observar el lado oculto de las personas. El individuo, mientras actúa como ente social, mientras convive en sociedad, se enmascara en el personaje que dibuja en el perímetro de su mismidad, de su mismo ser social. El individuo, actúa, se muestra, interpreta con precisión su papel y en esa interpretación es difícil precisar su identidad personal verdadera.

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Mi Cine

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Me gustan los directores de cine que respetan al espectador y -a la vez que le tratan como un sujeto inteligente-, evitan, humildemente, situarse por encima de él; que no quieren convertirse en popes de la trascendencia y ejercitar, fatuos, una altiva condición de cineasta-artista; que no se toman en serio a sí mismos y no se pasean por el mundo convencidos de su propia importancia y de su altura intelectual; que no están interesados en dirigir sus películas a un público selecto degustador de contenidos pretenciosamente intelectuales y si a un público común al que no tratan de aleccionar con un cine de penetrante mensaje; que no crean que la mucha duración, la lentitud y la solemnidad sean sinónimos de profundidad; que piensan que su primer compromiso es con el entretenimiento y que no consideran escapista el sentido del humor.

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JOOOOO…

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JOOOOO…

Estamos porque estamos

y decimos lo que decimos

porque entre nuestros labios

aún quedan los latidos

de amantes y amados.

Como una hoja

de papel escrita

con caricias y sonrisas

con la mirada dormida

del que escribe y suspira

enviando mil amores

a su amor callado.

Y soy yo el que ahora habla

y eres tu la de esa orilla

que se tumba en la hierba

y sueña entre risas.

Te quiero escribir

dedicarte mis empeños

arroparte y abrazarte

acariciarte el pelo.

Borrarte el sudor de la frente

dibujar el contorno de tus ojos,

hacerte cosquillas en la nariz

y besarte mimoso.

Jooooo,

cómo te quiero.


COMUNERO

A favor de la cultura

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La cultura es -en la época vulgar y superficial que nos ha tocado vivir- un elemento notable en la imagen personal que se luce en sociedad. Es decir, las personas en posesión de una cultivada formación producen en la Masa un fascinador aprecio o una acomplejada envidia y en sus poseedores el placer de manifestar en público un ilustre estilo de personalidad, de calidad mental, de originalidad, de distinción en las formas y de brillantez, al alzar y dilatar la vida en una suerte de ejercicio de enriquecimiento intelectual.

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Leer

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“Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida.”
(M.Vargas Llosa)

No sé de nadie sin hábito lector que se sienta superior a otras personas que si son lectoras habituales; que no se acompleje cuando se enfrenta a la situación de contestar a la pregunta de si lee.Y aunque nunca he conocido ningún analfabeto, paradojicamente si he conocido muchas personas reacias a la lectura. Sin embargo, cuando se tiene la costumbre de leer no existe actividad más placentera que ésta.

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El mito de la bondad

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Tengo que decirles un secreto. Un secreto que no es tal porque -si se piensa un poco- es una obviedad. Otra de esas obviedades que pasan desapercibidas a la mayoría. Hay que decir que, muchas veces, lo obvio es como nuestra nariz, que aunque la tenemos delante no la vemos. Pero dejándome de digresiones les revelaré mi secreto: las buenas personas no existen. Se trata de un mito más. Con esto tampoco quiero decir que todos seamos malos y requetemalos , solo que creo que virtud y maldad convergen en nuestro interior en una inseparable cópula que constituye nuestra naturaleza. Existen personas, digamos, no-buenas, malas e hijas de puta con pintas. Poniéndome más pesimista aseveraré : la inocencia no existe, el hombre nace culpable de ser hombre. Por eso cada vez que oigo hablar de buenas personas me entra la risa. Lo que si somos es manifiestamente mejorables. Y porque cabe esta posibilidad y porque, a veces, gusto de mirar la mitad llena de la botella alivio algo mi pesimismo y misantropía.

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El océano de la historia

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Todo pasa, los ciclos geológicos, las estrellas, los imperios, los sistemas políticos, el ciclo de nuestras vidas.

Todo lo que existe, perece. Nada perdura para siempre. Si alguien fuera capaz de evitar caer en ese océano de la historia al que estamos destinados y vislumbrara desde la orilla lo que se depositó a lo largo del tiempo en sus fondos abisales, asistiría al gran espectáculo de la existencia. La implacable marea ha ido devorando durante milenios cordilleras que parecían invencibles, especies animales que impusieron su despótica presencia en la tierra, ciencias ya olvidadas, el alma de los guerreros que soñaron con conquistar el mundo, civilizaciones tragadas por las arenas de los desiertos y que desaparecieron junto a sus leyes, castas, ingenios, cosmogonías y secretos. También en esos fondos abisales está depositada la belleza de mujeres que enloquecieron a los hombres de su tiempo y que ya nadie recuerda o sistemas filosóficos durante siglos vigentes que ya nadie practica.

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