Humanidad
La capacidad de arrepentirse se halla incrustada en lo más hondo de nuestra alma, es más, este rasgo es el que mejor confirma nuestra grandeza, nuestra excepcional cualidad de seres humanos. El sentimiento de culpa es una emoción muy bien aceptada porque queremos creer en el hombre como sujeto social que acepta el imperio de las normas morales sobre sobre sus pulsiones básicas.
Me arrepiento luego soy hombre. En determinadas tesituras solo hay estas dos opciones: reconocer con valiente nobleza, con sincera autocrítica la falta cometida, la transgresión a nuestra excelsa humanidad, o practicar el cinismo, esconderse, escudarse tras una pantalla de rebuscadas argumentaciones para justificar la falta. En el ejercicio del libre albedrío cada cual puede escoger la forma de comportarse. Aunque la mayoría de las personas tienen fantasías violentas (no se sientan culpables por ello), el asesinato -y pese a las preocupantes cifras que da la prensa sobre muertes por violencia machista- es una anomalía muy minoritaria en el comportamiento humano: elegimos ser pacíficos; aunque muchísimos cargos públicos cuentan con la posibilidad de echar mano del dinero que les toca gestionar la mayor parte de ellos nunca lo hace: eligen la honradez; y aunque las oportunidades de conseguir una relación fuera de la pareja abundan, muchas personas no la aprovechan: se elige la fidelidad.
Quienes poseyendo ciertos valores o cierta conciencia transgreden la norma moral socialmente establecida y usan la violencia o roban o son infieles, cuando se arrepientan erigirán una cualidad maravillosa: su sentimiento de culpa. Éste establecerá su inigualable humanidad. Me arrepiento luego soy hombre. Nada nos hace más humanos que cuando pedimos perdón y, por extensión, nada nos hace más humanos que cuando perdonamos. Te perdono luego soy hombre. El relato bíblico del hijo pródigo extiende aún su enseñanza. Incluso para los que no somos creyentes. Y esa parábola se revive hoy en cada uno de nosotros cuando perdonamos a los demás. Perdonar o sufrir nuestro rencor.
El perdón es la única forma de apaciguar nuestro interior. No existe nada mejor. Nadie ha encontrado ninguna utilidad en el rencor. Nadie sabe a donde lleva este sentimiento que no sea solo a un inhumano ejercicio de la amargura.