EL CUENTACUENTOS
EL CUENTACUENTOS
Hacía tiempo que no hablaba
ni conocía nada de ellos.
Sabía que me miraban
y que escuchaban
las palabras que yo decía
cuando estábamos sentados
en la puerta de mi casa.
Recuerdo que yo miraba
las caras que se reunían
y, expectantes y calladas,
las personitas que allí estaban
en sus ojos adivinaba
el suspense que yo dejaba
cuando leía.
Por no distraerme
yo seguía mi lectura.
Algunos preguntaban,
y, otros, con un dedo en la boca
parecía que pedían
silencio, que se callaran.
Era un grupito de niños
embelesados.
La historia o el cuento
se iba haciendo intenso
cuando el protagonista se veía acorralado.
Era divertido verles allí
reunidos, pegados hombro con hombro,
cautivados por mi voz de narrador
cuando soltaba un grito, o un susurro, o…
o miraba fíjamente a uno que estaba despistado.
“… La cueva se oscurecía
a medida que iba entrando,
y un frío casi helador,
congelaba hasta los párpados…”
Jajaja, todos temblaban, se abrazaban,
alguno hasta sudaba de miedo o de terror.
“… De repente,… a lo lejos,…
algo brillaba…”
¿Qué era? ¿Qué era?
Preguntaban pidiendo una respuesta que yo
me demoraba o, incluso, me inventaba.
“… Parecía una espada,
pero cuanto más se acercaba,…
…Algo pasó corriendo,
como una centella.
Era la sombra de alguien,
… o de algo, uuuuhh…”
Jajaja, tosía un poco,
y sin que se dieran cuenta,
cerraba el libro y terminaba con…
CONTINUARÁ.”
Era entonces,
cuando todos se relajaban
y me preguntaban
¿No puedes seguir leyendo?
MAÑANA.
¿Un poco más, por favor?
MAÑANA.
Joooooo.
Yo creo que más de uno tuvo pesadillas
y en la cama imaginaban
las escenas que yo narré.
Al día siguiente, sus madres,
me veían en la calle
y riendo me contaban
el cuento que yo inventé
y que sus hijos repetían
como loros en sus casas.
como loros en sus casas.
COMUNERO