LA LA LAND
Hay un momento
en la vida de las relaciones personales
en la que un segundo basta
para hacerte una idea,
una especie de cuadro fotográfico
o una historia de la vida
en la que estás tu
y el o la otra persona.
Es como si
todo se apagara,
como si las luces
enfocaran a un escenario
en el que tienes que representar
a tu personaje y dar
lo mejor de ti.
Y ves un escenario vacío
que se va llenando de caras
que te suenan de algo y
no sabes de qué, pero
hay una que te mira.
Y te mira fíjamente,
sonriendo,
es una cara amable,
casi sientes que te va a decir
QUÉ GUAPO o QUÉ GUAPA ERES.
Jaja, te echas a reír,
cambias la mirada,
quieres pensar que no es a tí
a quien se refiere,
y vuelves a levantar la vista
y te sigue mirando,
sonriendo,
moviendo los labios
como si te hablara en susurros.
Y dejas de oír el ruido.
Y empiezas a escucharle.
Al principio es un murmullo,
un .. shhhhhh,
pero luego, se hace más nítido,
las palabras llegan entre notas
de música, como si un perfume
te elevara y flotaras,
y te dirigiera hacia esa persona.
Es una especie de imán
que te atrae, y no puedes hacer nada,
quieres esconderte, pero no,
no quieres perder su mirada.
Estás hipnotizado,
cautivado a su antojo,
como si fueras un juguete
te ríes, lloras, suspiras,
ardes por dentro
y vas a hablar y no te sale
ni un SOCORROOOOO,
AYUDAAAAA. Pero
quieres estar ahí,
que te abrace,
que te bese y que te lleve
a bailar con las estrellas,…
Y de repente, te das cuenta
que estás enamorado,
y que no pasa ni un día
sin que veas su cara,
su mirada, su sonrisa y
sus manos cogiendo las tuyas
para volver a sentir
mariposas en el estómago
y bailar con las estrellas.
COMUNERO