Me gustan los directores de cine que respetan al espectador y -a la vez que le tratan como un sujeto inteligente-, evitan, humildemente, situarse por encima de él; que no quieren convertirse en popes de la trascendencia y ejercitar, fatuos, una altiva condición de cineasta-artista; que no se toman en serio a sí mismos y no se pasean por el mundo convencidos de su propia importancia y de su altura intelectual; que no están interesados en dirigir sus películas a un público selecto degustador de contenidos pretenciosamente intelectuales y si a un público común al que no tratan de aleccionar con un cine de penetrante mensaje; que no crean que la mucha duración, la lentitud y la solemnidad sean sinónimos de profundidad; que piensan que su primer compromiso es con el entretenimiento y que no consideran escapista el sentido del humor.

Admiro hasta el tuétano las inteligentes comedias de Ernst Lubitsch, lo alegres musicales de Stanley Donen, la sentimental poética de John Ford, el vitriolo de los ingeniosos y chispeantes diálogos de los personajes de Howard Hawks y Billy Wilder,la inteligente enseñanza psicológica del celuloide rodado por Mankiewicz, la pasión incandescente y humanista de los samurais de Akira Kurosawa, la conmovedora ternura de Charles Chaplin, o la audacia, sensibilidad, brillantez y complejidad del surrealismo de Luis Buñuel.

Directores de cine inteligente y no intelectual. Más sencillo, más limpio y veraz. Con personajes de carne y hueso. Cine que atrapa, que engancha, que entretiene y que no es un mero ejercicio de vacuidad hinchado en una suerte de intelectualismo solemne. En muchas ocasiones, este cine es mucho más complejo y contiene mayores cargas de profundidad de lo que parece. Es un cine que reconcilió comercialidad y calidad, que demostró que la taquilla y el arte pueden ser compatibles, que llenar el patio de butacas no rebaja las exigencias de calidad de una película. Cine que no gusta de revolver las aguas de la charca para que éstas parezcan más profundas.

En definitiva: cine clásico, en toda la grandeza de la expresión. El cine que se rodó en la edad de oro de este medio de expresión artística. Cine maravilloso e irrepetible. El cine de mi vida. El que yo amo. Mi cine.