SUFRIDORES
SUFRIDORES:
Ver un partido de tu equipo es como ver la final de un mundial.
Tu te sientas y piensas “¿Qué harán hoy?”. Y te abres una
cerveza, una bolsa de pipas y miras el movimiento del balón.
Los jugadores que corren, corren con todas sus ganas. Son
 máquinas que quieren dominar la situación. Chocan, caen, regañan
 con el árbitro, se llevan una tarjeta, no hacen ni caso.
Sigues mirando y te ríes. ¿Cómo puede ser que no hayan metido
 ese gol? O ¿Cómo puede ser que lo pierdan cuando no hay
 ningún defensa detrás? Menos mal que tenemos al portero. Si,
 menos mal.
Y es que el portero es de lo más inverosímil. Te hace unas
 paradas que no las hace nadie. Se enfrenta a los delanteros
 como si fuera un muro. Y sin embargo, en una falta tonta, de
 esas que un niño de la escuela tira, se queda mirando el balón
 como si fuera la puesta de sol, y lo deja correr sin hacer nada.
¡¡¡Gooooool!!! De los contrarios. Sudores. Maldiciones. La
 defensa que no vale para nada. Anda que la delantera… Madre
 mía, que metan uno, solo uno. Un golito por el amor de Dios.
Y van pasando los minutos. Y van pasando las oportunidades. y
 ves que los contrarios se hacen dueños de la situación. Y éstos
 mirando el balón y sin saber si lo que hay que hacer es meter un
 gol o esperar a que no lo metan los otros.
Y cuando faltan tres o cuatro minutos para que termine el
 partido y ya están en los minutos de descuento, zas, el primer
 gol de tu equipo. ¡¡¡Gooool!!! No te lo crees. ¡¡¡Goooool!!! Parece un
 espejismo pero es cierto, el letrero luminoso de la parte alta
 del graderío resalta el gol. Parece como si se abrieran las
 puertas del cielo, como si un rayo de luz iluminara el campo.
Tu respiras. Bueno, aunque no sea más que un empate, por lo
 menos es algo. Y en una de esas, un mal despeje de la defensa
 va a parar al delantero que no había hecho nada en todo el
 tiempo pero que en este momento tiene su punto de genialidad y
 se planta de frente al portero de la otra portería.
“Lo mete, lo mete, lo va a meter, ¿lo va a meter? No, no la
 mete, ¿no?” No sé cómo lo hace que saca una rabona y cuando
 ya crees que todo va a ir al traste, ¡¡¡gooooooool!!!
Y sonríes, y saltas, y levantas los brazos y das un beso al que
 tienes al lado, y gritas “DIOS EXISTEEEEEE”. Casi tienes
 ganas de llorar. Es genial. Todo se vuelve de colores. Las nubes
 se van corriendo. La cerveza que estabas tomando sabe a agua
 bendita. Las pipas ocupan toda la mesa y tu te enciendes un
 cigarro como si hubieras hecho el amor con la tía más buena del
 mundo.
Ver un partido así es sufrir, si. Pero es también
 masticar el polvo y saborear la gloria. Es… Dios, no hay
 palabras.
COMUNERO


 
   
   
 
