Un momento de felicidad da paso a otro de infelicidad, como si transcurriera el ciclo planetario de días y noches en el transcurso de nuestras vidas. Tan inevitable la luz como la sombra.

Pero las personas queremos creer que la felicidad se puede generar forzando su formación con determinadas acciones, a la manera que estimulamos el placer para que surja. Pero sepan que ese empeño es ingenuo: nada hace tan infeliz como pretender ser felices a toda costa. La felicidad es una emoción tan inaprehensible que solo podemos crearla por una aproximación engañosa, un espejismo emocional. Uno se pone a buscarla y solo logra frustrarse más, reafirmar su resbaladiza condición. Es decir, apuntalar la desdicha, y nada más.

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