Curiosamente, mientras nos dolemos por una situación de ausencia de valores en el actual almacén moral de la sociedad, su escaparate ofrece, más que nunca, un repleto surtido de modelos de comportamientos y productos éticos al gusto del consumidor y del sentido estético con el que cultiva su propia imagen y dibuja el retrato de representaciones con el que se expone a los demás. No faltan valores, sino que sobran. En el puzle moral de actuaciones que configura el rostro de nuestra sociedad, por numerosos que sean, los huecos se hallan convenientemente ocupados como para poder ya considerarlo un mecanismo tan completamente estudiado y finalizado que imposibilita poder retocarlo más.

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